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Tradicion Tolteca

El Camino del Guerrero Grupos de Práctica

La Tensegridad es un arte: el arte de adaptarse a la propia energía, a la energía de los demás y al entorno que nos rodea de tal manera, que este acto contribuya a la integridad de la totalidad que somos.

Ejecutar los pases mágicos de la Tensegridad individualmente y en grupo es una actividad asidua con el cuerpo, responsable de los numerosos cambios positivos que se producen en la personalidad. Estos cambios van precedidos generalmente de un entendimiento más profundo de uno mismo, tanto en función del pasado como en función del cuerpo.

La Tensegridad tiene como objetivo ayudar al individuo a recuperar las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo; promoviendo dinámicamente la salud y su bienestar.

Cuando la Tensegridad se convierte en una parte natural de nuestra vida, quedamos sorprendidos por la gran cantidad adicional de energía que tenemos para realizar nuestras actividades de cada día.

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martes, 25 de noviembre de 2014

Romper el Convenio

En el camino del guerrero lo importante es el juego de la percepción. Ensoñar o acechar significa ensanchar el campo de lo que se puede percibir a un punto inconcebible para la mente.

En opinión de los guerreros, todos nosotros en general poseemos dones naturales de ensoñadores o de acechadores, y a muchos de nosotros nos resulta muy fácil ganar el control de la atención de ensueños, o el de la atención del acecho, y lo hacemos de una manera tan hábil y natural que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de haberlo realizado.
El camino del conocimiento es algo bastante abstracto: la habilidad que algunas personas desarrollan para expandir los límites de su percepción normal. La cualidad abstracta del camino del conocimiento anula automáticamente cualquier connotación positiva o negativa de los términos usados para describir a quienes la practican.

Expandir los límites de la percepción normal es un concepto que surge de la creencia de los guerreros de que nuestras opciones en la vida son limitadas debido a que están definidas por el orden social. Los guerreros creen que el orden social crea nuestra lista de opciones, pero que nosotros hacemos el resto; al aceptar solamente esas opciones limitamos nuestras casi ilimitadas posibilidades.
Por fortuna estas limitaciones son aplicables sólo a nuestro lado social, y no al otro, prácticamente inaccesible, que no cae dentro del dominio de la percepción ordinaria.
Por lo tanto el principal esfuerzo de un guerrero tiende a revelar ese lado. Esto lo logra quebrando el débil pero con todo resistente caparazón de las suposiciones humanas respecto a lo que somos y lo que somos capaces de ser.

Los guerreros aceptan que en nuestro mundo de los diarios quehaceres hay quienes tientan lo desconocido en busca de opciones diferentes de la realidad, pero argumentan que, por desgracia, tales búsquedas son esencialmente de naturaleza mental. Los actos de naturaleza mental nunca nos abastecen de la energía necesaria para cambiar nuestro modo de ser, y sin energía los nuevos pensamientos y las nuevas ideas casi nunca producen cambios en nosotros.
En el camino del guerrero, sin retirarse del mundo y sin dañarse en el proceso, se logra realizar la magnífica tarea de romper el convenio que ha definido la realidad.

Los guerreros del antiguo México practicaban dos artes: el arte de ensoñar y el arte de acechar. Practicar uno u otro arte estaba decretado por la aptitud innata de cada practicante. Ensoñadores son aquellos que poseen la habilidad de fijar lo que los guerreros llaman "la atención de ensueños", un aspecto especial de la conciencia, en los elementos de los sueños normales. Acechadores son aquellos que poseen una aptitud innata conocida como "la atención del acecho", otro estado especial de la conciencia que permite encontrar los elementos clave de cualquier situación en el mundo cotidiano y fijar dicha atención en ellos, a fin de alterarlos o de ayudarlos a permanecer en su curso.

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viernes, 14 de noviembre de 2014

Polvo en el Camino

En la vida hay muchos caminos que que se pueden recorrer, pero un ser humano antes de embarcarse en un camino, debe estar libre de miedo y ambición; entonces, deberá preguntarse si el camino tiene o no tiene corazón. Una vez hecha la pregunta, esa persona conocerá la respuesta. Un camino sin corazón nunca se disfruta; por el contrario, se vuelve contra uno y nos destruye. Un camino con corazón, en cambio, es aquel que nos hace disfrutar según lo vamos andando. El camino sin corazón, en todo su recorrido, nos da dolor y angustia. En cambio el camino con corazón nos da armonía y bienestar.


El ser humano que se adentra en el camino del guerrero tiene que dejar todo lo que antes conocía y amaba; el viaje es solitario y no es fácil, más no desolador. En este viaje no hay lugares familiares, ni gente conocida; está acechado por fantasmas, seres humanos con angustias y ansiedades comunes; "fantasmas" que llaman y buscan que el guerrero se pierda en el camino.

El arte del guerrero es equilibrar el prodigio de ser humano con el temor de ser humano. Para sobrevivir en el camino del guerrero se debe ser claro y estar mortalmente seguro de nuestra impecabilidad.

Es en el hacer de nuestro mundo, ahí mismo, donde encontramos el camino. A fin de cuentas lo que en principio debemos de trabajar es en despojarnos de toda la basura que llevamos dentro y remover el cúmulo de ideas fijas y preconcebidas con las que convivimos y creemos ser.

Todas las técnicas sobre el lado derecho tienen como finalidad guiar a un guerrero a aprender a ahorrar su energía. Es muy fácil "perderse" en la selva de las técnicas, es decir, tomarlas como fin, cuando tan sólo son medios.

El campo de batalla del guerrero está en el mundo cotidiano y en el trato con sus semejantes. A fin de cuentas y en pocas palabras, aprender a vivir de manera sobria y disciplinada, sin dilapidar nuestra energía. Todo lo que se requiere es impecabilidad, eso es energía. Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continuo. Si este acto se lleva a cabo por un periodo de tiempo lo suficientemente largo uno adquiere un sentido de intento inflexible que puede aplicarse a cualquier cosa. Si se logra ese intento inflexible el camino queda despejado y, entonces el guerrero, empieza a emplear todo su potencial.

Lo que verdaderamente necesitamos es sobriedad, y nadie puede dárnosla, ni ayudarnos a obtenerla, salvo nosotros mismos. Sin ella, el movimiento del punto de encaje es caótico, como son caóticos nuestros sueños ordinarios. Así que, al fin y al cabo, el procedimiento para conseguir que el cuerpo energético se acerque a nosotros, y poder usarlo, es la impecabilidad en nuestra vida diaria.

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domingo, 2 de noviembre de 2014

Escudos Vacios

Los seres humanos se encuentran en un estado inquietante de socialización y esconden sus verdaderas necesidades detrás de placebos sin significado alguno, como escudos vacíos. Por ejemplo, la preocupación con la presentación y defensa del "yo" en la vida diaria es uno de esos escudos vacíos. Los guerreros-viajeros lo consideran un placebo porque no expresa en lo absoluto nuestras verdaderas necesidades, que serían mejor descritas por asuntos tan básicos como cuestiones sobre la naturaleza de la conciencia, el propósito de nuestras vidas, la incambiable condición de nuestra muerte. La forma de tratar dichas cuestiones es "el camino del guerrero".

Los movimientos mostrados en Tensegridad son maniobras energéticas diseñadas para aislar y mejorar lo que los guerreros-viajeros llamaban "cuerpo energético", o el conglomerado de campos energéticos que ellos consideran son la contraparte del cuerpo físico.
Los hombres y mujeres chamanes que vivieron en México en tiempos antiguos practicaron estas series de movimientos con el fin de almacenar energía en sus cuerpos y manipularla. Los movimientos en realidad no fueron inventados por ellos sino que fueron descubiertos por ellos a través de sus prácticas de ensueño.
El ensueño para los guerreros-viajeros, es el arte de transformar sueños normales, ordinarios, en medios auténticos para acrecentar su percepción. Ensoñando, esos hombres y mujeres, fueron capaces de alcanzar niveles óptimos de balance físico y también fueron capaces de descubrir los movimientos específicos que les permitieran reproducir, en sus horas de vigilia, esos mismos niveles de óptimo equilibrio físico.
La creencia de esos guerreros-viajeros, derivada de sus observaciones de ensueño, fue que la conciencia es un brillo localizado en un punto específico de nuestros cuerpos energéticos, un punto que es visible cuando somos vistos como campos de energía. Entre más energía pueda almacenar y manipular el cuerpo físico, más intenso será el brillo de la conciencia.

Con los movimientos de Tensegridad no solo se siente uno mejor practicando sino que uno se convierte en un mejor ser humano; la razón para tal afirmación es muy sencilla: el aumento de energía genera calma, eficiencia y propósito. La enfermedad colectiva de nuestros días es nuestra total falta de propósito. Sin la suficiente energía no hay manera siquiera de concebir alguna clase de propósito genuino en nuestras vidas. Los pases mágicos, al ayudarnos a almacenar energía, nos ayudan a comprender la idea de propósito en nuestros pensamientos y acciones.

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miércoles, 29 de octubre de 2014

Disponiblidad

El cazador no está disponible, y esto significa evitar deliberadamente cansarse y cansar a los demás. Nada ajeno puede turbarle o atraerle, porque el guerrero, haga lo que haga, posee una intención inflexible. Esta indisponibilidad es pues, ante todo, estratégica, como todo lo que hace el guerrero-cazador.

Esta indisponibilidad le viene de que él no deforma su mundo presionándolo. El cazador es lo contrario del hombre corriente, ansioso, sentimental, egoísta y explotador. El cazador no hace más que rozar su mundo, y se va rápidamente dejando apenas huella de su paso. De esta manera, el arte del cazador es el hacerse inaccesible, es decir, el tocar el mundo circundante con sobriedad. Y esta inaccesibilidad nada tiene que ver con la soledad del ermitaño. Si no hace más que esconderse no servirá de nada; sustraerse a los demás es, ante todo, sustraerse a sí mismo. El eremita de las religiones cumple de hecho una función social. Todos saben que es un ermitaño y, en primer lugar, lo sabe él mismo. Lo eremítico forma parte de su historia personal, pues para él es una rutina. El guerrero no se sustrae materialmente a su mundo, sino que utiliza su mundo con frugalidad y ternura. Un cazador está en íntima relación con su mundo y, sin embargo, permanece inaccesible a este mismo mundo.

El cazador es uno de los animales sin rutinas y eso le hace mágico. El guerrero, como el animal, deviene mágico, es decir, dotado de poder y de imprevisibilidad, pues ya no tiene rutinas cuando borra su historia personal. Y así, el guerrero y el animal mágico no pueden ser presa de nadie, pues todos obramos a la manera de las presas que perseguimos... un cazador que sabe esto no tiene más que una idea en la cabeza: no ser una presa.

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sábado, 25 de octubre de 2014

El Umbral del Silencio

El silencio interno es un pasadizo entre los mundos. Al callar nuestra mente, emergen aspectos increíbles de nuestro ser. A partir de ese momento, la persona se hace vehículo del intento y todos sus actos comienzan a rezumar poder.
El silencio mental no es solamente la ausencia de pensamientos. Más bien, se trata de suspender los juicios, de atestiguar sin interpretar.

Entrar al silencio se puede definir, según el contradictorio modo del chamanismo, como “aprender a pensar sin palabras”
Lo podríamos definir como un estado peculiar de ser, en que los pensamientos se cancelan y uno puede funcionar a un nivel distinto al de la conciencia cotidiana. El silencio interno consiste en suspender el diálogo interno, el compañero perenne del pensamiento y debido a eso, es un estado de profunda quietud.
Los chamanes de la antigüedad, le llamaron silencio interno porque es un estado en el cual la percepción no depende de los sentidos. Lo que funciona durante el silencio interno es otra facultad que posee el hombre, una facultad que hace de él un ser mágico, la misma facultad que ha sido restringida, no por el hombre mismo, sino por una influencia extranjera.

El silencio interno, es la postura de donde proviene todo en el chamanismo. En otras palabras, todo lo que hacemos conduce a esa postura, que como todo lo demás en el mundo de los chamanes no se revela hasta que algo gigantesco nos sacude.
Los chamanes del México antiguo concibieron interminables modos de sacudirse hasta los cimientos para llegar a ese estado codiciado del silencio interno. Consideraban los actos más estrafalarios, que parecen estar de lo más aislados de la búsqueda del silencio interno, como el saltar a una caída de agua, o pasar la noche colgado cabeza abajo de una rama de un árbol, como factores claves que lo hacían aparecer.
El silencio interno es acumulativo. Los chamanes del México antiguo descubrieron que cada individuo tenía un umbral diferente de silencio interno en cuanto a tiempo, es decir, que el silencio interno debe ser mantenido por cada uno de nosotros durante el período de tiempo de nuestro umbral específico antes de que funcione.
Cuando un guerrero para su dialogo interno ya no interpretan, se convierte en pura percepción; nunca se desilusiona ni se arrepiente, pues todo lo que hace parte del centro de la decisión. Ha aprendido a lidiar con su mente en términos de autoridad y vive en el mas autentico estado de libertad.
Pasamos la vida regurgitando una lista interminable de opiniones sobre casi todo. Los pensamientos nos llegan en racimos; uno empalma con el otro, hasta rellenar todo el espacio de la mente. Ese ruido no tiene ninguna utilidad, porque, prácticamente en su totalidad, está dirigido al engrandecimiento del ego.
Los resortes del dialogo interno se nutren de nuestra historia personal. Sin embargo a través de milenios de prácticas, los chamanes han observado que, en el fondo, somos muy parecidos y hay situaciones que tienen el efecto de silenciarnos a todos por igual.
El silencio empieza con una orden, un acto de voluntad que se convierte en el comando del Águila. Sin embargo hemos de tener en cuenta que, mientras nos impongamos el silencio, nunca estaremos verdaderamente ahí, sino en la imposición. Hay que aprender a transformar la voluntad en intento.
El silencio es tranquilo, es un abandonarse, dejarse ir. Produce una sensación de ausencia, como la que tiene un niño cuando se queda mirando al fuego. ¡Que maravilla recordar ese sentimiento, saber que se puede volver a evocar!
La técnica de observar, es decir, de contemplar el mundo sin ideas preconcebidas, funciona muy bien con los elementos. Por ejemplo, con las llamas, la caída del agua, las formas de las nubes o la puesta del Sol. Los chamanes del nuevo ciclo le llaman “engañar a la máquina”, porque, en esencia, consiste en aprender a intentar una nueva descripción.
Lo importante es que nuestro intento sea inteligente. De nada sirve que nos esforcemos por llegar al silencio si primero no le creamos condiciones favorables para que se sostenga. Por lo tanto, además de ejercitarse en la observación de los elementos, un guerrero está obligado a hacer algo muy simple, pero muy difícil: ordenar su vida.

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jueves, 23 de octubre de 2014

La Voz del Espiritu

Los parámetros de nuestra percepción normal nos han sido impuestos como parte del proceso de adaptación social, no en forma por completo arbitraria pero con todo prescritos de manera forzosa. Uno de los aspectos de dichos parámetros obligatorios es el sistema de interpretación que convierte los datos sensoriales en unidades significativas, las cuales convierten al orden social en una estructura de interpretación.

Nuestro funcionamiento ordinario dentro del orden social requiere una adhesión ciega y fiel a todos sus preceptos, ninguno de los cuales da cabida a la posibilidad de percibir energía de manera directa; por ejemplo, percibir a los seres humanos como campos energéticos en forma de enormes y blanquecinas esferas luminosas.

A fin de lograr la hazaña de aumentar nuestra capacidad de percepción requerimos energía interna. Tal aumento de la percepción debe constituir una nueva forma, mesurada y pragmática, de percibir. De ningún modo puede constituir, simplemente, la continuación de la percepción del mundo cotidiano.

Para cambiar tenemos que cumplir con tres condiciones. Primero, debemos anunciar en voz alta nuestra decisión de cambiar, para que el intento nos oiga. Segundo, debemos conservar nuestro firme propósito a lo largo de cierto periodo de tiempo. No podemos empezar algo y abandonarlo en cuanto nos desanimemos. Tercero, debemos ver el resultado de nuestras acciones con un sentido de desapego total. Esto significa que no podemos darnos a la idea de tener éxito o de fracasar. Siguiendo estos tres pasos se puede cambiar toda emoción y deseo indeseable en uno.

Todo tiene una forma, pero además de la forma exterior existe una conciencia interior que rige las cosas. Esta conciencia silenciosa es el espíritu. Es una fuerza que lo abarca todo y que se manifiesta de diferente manera en diferentes cosas. Esta energía se comunica con nosotros.
Lo que es llamado la voz del espíritu es más bien una sensación. También puede ser una idea que de pronto irrumpe en la cabeza. A veces es como un anhelo por ir a algún sitio vagamente familiar, o por hacer algo también vagamente familiar.
La voz del espíritu es una abstracción que nada tiene que ver con voces, pero es posible que a veces las escuchemos. El espíritu es una fuerza abstracta, ni buena ni mala. Una fuerza que no tiene interés alguno en nosotros, pero que a pesar de ello responde a nuestro poder. No a nuestras oraciones, sino a nuestro poder.
La voz del espíritu sale de la nada. Sale de la profundidad del silencio, del reino del no ser. Solo se escucha esa voz cuando estamos totalmente quietos y equilibrados.

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domingo, 5 de octubre de 2014

La Genuina Batalla

En el arte de la guerra, una vez que se tiene el valor y la decisión de ir a la pelea, lo primero que se debe hacer es observar al enemigo para conocerlo bien y saber cómo combatirlo.

Tomoe Gozen

Creo que somos bienes inmuebles, accesorios, ganado. Pienso que pertenecemos a algo; que antaño la Tierra era una especie de no man’s land que otros mundos exploraron, colonizaron y se disputaron entre ellos.
Charles Hoy Fort, 1910

Desde hace miles de años hemos sido colonizados por el volador, un ser inorgánico que drena nuestra luminosidad y nos convierte en unos egomaníacos. Los chamanes lo hicieron público a finales del siglo pasado. Los voladores nos han dado el sistema social, las religiones basadas en la súplica y la autocompasión, las ideas sobre el bien y el mal y, sobre todo, la creencia totalmente infundada de que somos los propietarios de este planeta y podemos enseñorearnos sobre todas sus formas de vida.
Cualquiera puede comprobar la existencia de los voladores si está dispuesto a disciplinarse y tiene el coraje para hacerlo. Te aseguro que después de comprobar empíricamente la existencia del volador nada vuelve a ser como antes. Los voladores nos han sometido a través de una maniobra muy sofisticada: han interrumpido nuestra evolución al darnos su mente, a la que los chamanes videntes llaman "instalación foránea". La mente foránea es mórbida, barroca, egomaníaca, paranoica, contradictoria y carente de concentración. Todo lo que se opone a estos aspectos permite tomar contacto con la no-mente, la conciencia humana propiamente dicha.

A la mayoría de la gente le puede parecer inconcebible esto que se plantea aquí, sin embargo es algo que se puede comprobar por uno mismo. Para los niños es más fácil ver a este depredador inorgánico. Durante la niñez, el volador va implantando su dominio, pero los niños tienen la ocasión de oponer resistencia y no dejarse drenar. Los niños tienen la capacidad de ver a los seres inorgánicos, muchos de los cuales pueden ser fabulosos guías y guardianes. Algunos de esos seres inorgánicos pueden ser nuestros aliados naturales si los tratamos como iguales, con afecto, aunque sean infinitamente más antiguos y sabios que nosotros.

Para combatir al volador hay básicamente cuatro armas: asombro, voluntad, humor, concentración. Cuando experimentamos genuino asombro ante algo que normalmente nos produce rabia, miedo o tristeza, el volador sale disparado porque nos volvemos desabridos y no se puede comer nuestra luminosidad. Cuando estamos atrapados en el yo de la importancia personal generamos llamaradas de energía de las que se alimenta esta conciencia. Todo lo que nos aleje de la mente del yo nos vuelve incomibles. Un elemento práctico para hacer esto es eliminar las quejas, la importancia personal en sus dos aspectos, ya sea como arrogancia o autocompasión. Por ejemplo creer que somos “especiales” o que nos merecemos mejores condiciones de vida sin hacer ningún esfuerzo para alcanzarlas. Todo lo que represente victimización, el sentimiento borrego de que somos unos pobrecitos a los que se les infligen injusticias y lloriqueamos por eso, todo eso nos convierte en comida de su majestad el volador.

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domingo, 14 de septiembre de 2014

La Conciencia Inorganica


Los voladores son una especie de seres inorgánicos que se alimentan de la conciencia humana. Estos "servidores del Águila" comen de nosotros hasta el punto de que la única conciencia que tenemos para los asuntos cotidianos, es usada para la autorreflexión. Los voladores nos han comido hasta los pies, literalmente. Cuánto más egomaníaca es nuestra preocupación, mejor sabor tenemos para los voladores. De todas maneras podemos producir una conciencia que es rechazada por los voladores, desarrollada a través de la disciplina y repugnante para ellos, y que podemos conservar. Los voladores son esencialmente energía impersonal, pero predatoria como todos los seres del universo.

"Todo es el producto de la interacción de dos fuerzas". Las situaciones siempre son resultado de una dicotomía, -por ejemplo, grupos enfrentados en el trabajo o en otras instituciones- y el camino del guerrero consiste en guiar esta dicotomía.

Los guerreros experimentan esta división para llegar a "lo que es permisible". El mismo tipo de dicotomía es verdadera para nuestro mundo. En una parte está el mundo de los orgánicos -incluyéndonos a nosotros y a otros organismos con conciencia. En la otra parte está el reino de los inorgánicos -entidades con conciencia pero sin organismo. "La estructura de su mundo es diferente pero complementaria a la nuestra". Los chamanes encontraron que los seres inorgánicos vienen hasta ellos en sueños. Los sueños, al menos cierta clase de sueños especiales, son "compuertas" que se abren para pasar a la parte del universo de los seres inorgánicos, y que les permite a ellos pasar a nuestro mundo. Solamente en sueños puede uno equilibrar nuestra energía suficientemente para percibir este otro reino. De otro modo, nuestra velocidad es demasiado rápida para percibirlos.

Los antiguos chamanes hallaron que los sueños daban acceso al reino de los inorgánicos y a otros reinos. Llamaron a los seres que allí habían "los aliados". Este término no es adecuado, desde luego, ya que esos seres no son capaces de actuar como aliados en ese reino. En el momento que usas la “puerta”, entras en un mundo verdadero y bien organizado tanto si te gusta como si no. Un guerrero entrena su atención de ensueño desarrollándola al principio al recordar que debe enfocar sus ojos en cada objeto y enfocarlos durante algo más de un vistazo, y entonces moverse a otro objeto, y luego otro.

Para cada individuo hay un umbral de objetos en los que podemos enfocarnos hasta que el sueño se transforma en algo más. En los sueños no ordinarios, una vez que se alcanza este umbral, uno se abre a algo más. Tales sueños especiales son anunciados por algo bastante inusual -por ejemplo, una imagen como un pez volador. Una vez que aprendes a atrapar tu atención, se puede llegar a la compuerta siempre que uno se "tropiece con un sueño que no es un sueño.,".

La atención de ensueño es otra fuente de disciplina que nos hace inalcanzables para los voladores. Una vez se cruza la puerta, algo acude para llevarnos a otra capa de la cebolla, o al universo dual de los seres inorgánicos. Se controla la dirección en la que se va, al decir en voz alta tu intento -esencialmente al dar una orden, como "Llévame a tu mundo". Lo único que escuchan es una orden directa, no es bueno suplicarles, gemir o actuar apaciguadoramente. Tú no les ordenas de modo arrogante, sino con fuerza, de manera convincente. Una vez que dices en voz alta tu deseo de ir, esas bolas de energía te llevan.

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